Por
Ricardo Alejandro Aramayo

Después
de pasar hasta horas jugando un solo partido sin darse cuenta, generará una
enorme sensación de tranquilidad y satisfacción ya que no necesariamente es competitivo,
sino un momento para compartir con un amigo y también conocer mucha gente
nueva. Enseña a que el ganador no es el que gana siempre, sino el que nunca se
da por vencido. Todo partido finaliza con un fuerte estrecho de manos y
¿por qué no?, con el inicio de una nueva amistad.
Sin
embargo, muchos chicos optan por los vídeos juegos, el Internet, y las redes
sociales, amigos virtuales y muchas cosas más que se podrían enumerar. Cada vez
se va perdiendo las tradicionales tardes donde amigos se juntaban en la plaza a
jugar con el tablero y hacer jaque mate, ahora se puede observar sólo Netbooks y
celulares por todas partes. Nadie dice que la tecnología sea mala pero poco a
poco va haciendo desaparecer de nuestras mentes los juegos de mesa
convirtiéndolo en virtual.
El arte
de su aprendizaje es incomparable especialmente desde chico, pero el problema
está cuando a uno se le trata de forzar el aprendizaje, los niños pierden el
interés hasta pueden terminar odiándolo. Muchas veces se habló de implementar
este juego en las escuelas debido a los grandes beneficios que se han
comprobado, en estos momento ya existe un país que lo ha concretado solo es
cuestión de tiempo de ver como evoluciona con los chicos. No será una
disciplina de sustento en el día de mañana pero formará a la persona en todos
los puntos de vista.
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